Tengo muchas ganas de hablar sobre comedias románticas. De dónde vienen, cuál es la fórmula, cómo han cambiado, los estereotipos que imperaron en los clásicos de las décadas pasadas y los obstáculos en la producción de este subgénero en el siglo 21.
Siempre me sorprende lo académica que me pongo cuando quiero hablar de las comedias románticas. Es un género usualmente subestimado, no solo por sus detractores sino también a manos de sus propios seguidores, los cuales recuerdan con nostalgia los éxitos de los noventas e inicios del dos mil y desdeñan las nuevas propuestas, sin percatarse de que es casi imposible repetir la fórmula en un contexto histórico y social drásticamente distinto.
Lo curioso de este género es que está lleno de clichés, pero depende mucho de quién dirige, quién escribe y quién actúa. No es una fórmula desgastada, es una fórmula que se toma por infalible solo porque parece tratar sobre el siempre popular tema del amor. Y no. Muchos se aferran a la fórmula sin comprenderla y terminan creando una película que no es más que un ejercicio de llenar los espacios en blanco, demasiado consciente sobre lo que es, en vez de ser.
El cine, como cualquier arte, está intrínsecamente ligado a una era, su contexto sociohistórico y sus sensibilidades. En Estados Unidos, la abuelita de este género surgió durante la Gran Depresión con las comedias screwball y establecieron mucho del estilo, el diálogo y las dinámicas entre los arquetipos que solemos ver en la actualidad.

Hablar sobre la comedia romántica es hablar sobre la evolución de lo que es aceptado socialmente con respecto al dinero, el amor, la pareja y la mujer. A mí me encanta hablar de eso, creo que es una manera muy suave de iniciar una conversación sobre lo que se produce y consumimos y conservamos en nuestra mente colectiva. A medida que vaya escribiendo sobre lo más antiguo, lo más conocido, lo más nuevo y lo que se ha hecho fuera de Estados Unidos, podré ver con más claridad la crítica que existe en ellas sobre género, movilidad social y los sueños de una nación.
¿Cuáles son sus secretos? ¿Cómo cuentas una historia? ¿Qué es lo más importante?
Yo no creo que sean ni los giros de tuerca, ni los triángulos amorosos, ni siquiera la originalidad o eficacia de la comedia. Mi idea por ahora es que todo reside en que el equipo detrás entienda y pueda plantear las necesidades del personaje principal en un ambiente de tensión controlada con desenlaces específicos pero preservando siempre la nobleza del aprendizaje detrás del viaje de la persona enamorada. Suena a matemáticas, pero creo que algún día podré explicarlo bien.
Lo que estoy diciendo es que la comedia romántica es un subgénero que necesita de cierta ingenuidad, en todo el sentido de las palabra. Es una historia que depende en gran medida del carisma de todos los personajes involucrados en la historia, pero sobre todo de la protagonista. Pero esto va más allá de una introducción. Por ahora lo que puedo decir es que a medida que nos adentramos más y más a los terrenos desconocidos del posmodernismo hiperreal, unas cuantas líneas sobre por qué La boda de mi mejor amigo funciona y por qué Quiero robarme a la novia no, son todo lo que necesito para no perder la cordura.
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